Un dos de abril diferente: Memoria, Verdad y Justicia por Malvinas

 

 

Un dos de abril diferente: Memoria, Verdad y Justicia por Malvinas

El recorrido histórico del reclamo por las Islas Malvinas, permite reconocer las diferentes miradas ideológicas desde las que se abordó la causa, con su correlación entre la diplomacia, lo político y la educación.

Desde UnTER honramos  la memoria de hombres y mujeres que protagonizaron acciones en pos de la recuperación de un territorio usurpado por el imperialismo. También a  quienes regresaron de la guerra y no soportaron la indiferencia de una sociedad exitista que durante años lxs relegó al olvido, lo mismo que los crímenes de lesa humanidad cometidos contra conscriptos.

Sin dudas la guerra de 1982, fue una bisagra en nuestra historia reciente, no despojada de la perspectiva ideológica de los gobernantes. Traducida en números, este conflicto bélico se revela con toda su crudeza dentro y fuera de las islas, en dictadura o en democracia: duró 74 días, 33 de ellos fueron de combate intenso, que incluyó la lucha cuerpo a cuerpo con bayoneta calada. Del lado argentino se registraron 649 caídos, de los cuales, 323 fueron víctimas del hundimiento del ARA General Belgrano, que navegaba fuera del área bélica, acción nunca condenada por los organismos internacionales.

Terminada la guerra, comenzó un proceso de  “desmalvinización” del relato durante la década del ochenta, cuando se montó la operación política y mediática para invisibilizar los justos reclamos de excombatientes

De los que regresaron, la mayoría sufre las secuelas físicas y psicológicas que se encuadran en el  stress postraumático. A la fecha,  más de 500 veteranos se suicidaron, a lo que se suman los suicidios de sus hijxs, por falta de contención y asistencia profesional.

A esto se suman más de 100 denuncias por graves violaciones a los derechos humanos cometidas por oficiales y sub oficiales de las Fuerzas Armadas. Luego de numerosas presentaciones, en febrero de este año se logró el procesamiento de cuatro militares, en un fallo histórico, la jueza federal de Río Grande, Mariel Borruto, consideró que la imposición de torturas a soldados conscriptos durante el conflicto bélico fueron delitos de "lesa humanidad", por lo tanto imprescriptibles, que abre la posibilidad de la continuidad de todas las causas.

En definitiva Malvinas, es una herida profunda que nos atraviesa, un dolor que no cesa y que a medida que pasa el tiempo es posible visibilizar nuevas facetas, como las historias de las mujeres que participaron en el frente en su mayoría como voluntarias, enfermeras e instrumentadoras quirúrgicas parte del personal civil en las fuerzas armadas, incluso una de ellas, Liliana Collino, pisó territorio isleño a bordo un Hércules C-130 en el que se transportaban contenedores y heridos, a quien nunca se le reconoció su tarea ni siquiera para un ascenso. Nuevas historias, la misma angustia porque en el recuerdo de estas mujeres está la verdadera condición en la que volvían nuestros soldados y los horrores vividos, pero se las ignoró, al punto que también están negadas en el cambio de nominación de la efeméride oficial, porque en el inconsciente colectivo el veterano de guerra siempre es varón.

La lucha contra el colonialismo se mantiene, nuestro país ha demostrado las razones políticas y territoriales que demuestran que las Malvinas fueron, son y serán Argentinas.  Recuperamos la valiente lucha de Antonio “el Gaucho” Rivero, peón de campo argentino conocido por liderar un alzamiento en las islas Malvinas en 1833, para expulsar a los británicos. El solitario vuelo de  Miguel Fitzgerald en 1964, la “Operación Cóndor” en 1966, cuando  18 jóvenes, coordinados por Dardo Cabo y María Cristina Verrier aterrizaron en Malvinas e izaron nuestra bandera como un acto de reivindicación y advertencia al dictador Onganía, que estaba en plena negociación con Inglaterra.

10 años después, Cabo y cinco “cóndores” fueron asesinados por otra dictadura impulsada y sostenida por los mismos cómplices del poder económicos del onganiato y cuyas raíces se inscriben entre las familias patricias que más de cien años atrás, condenaron al Gaucho Rivero por enfrentar a sus amigos ingleses. Las mismas que gobernaron nuestro país los últimos cuatro años y que intentaron diluir el reclamo soberano en negociaciones espurias. También el ejercicio de la memoria debe permitirnos reconocer que en estos matices de la historia, hay demasiados nombres que se repiten al momento de entregar nuestro destino a los intereses foráneos.

Con la convicción que la Cuestión Malvinas, debe mantenerse en debate, sin falsos chauvinismos, comprendiendo la realidad geopolítica de antes y ahora; avalamos el reclamo de nuestra soberanía por la vía pacífica de las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios circundantes, que logra adhesiones en todos los organismos internacionales y que incluso, cuenta con apoyo de organizaciones civiles y de derechos humanos dentro del mismo imperio británico, que también suma tantos suicidados como caídos durante la guerra.

Hoy en un contexto mundial cambiante, dónde los intereses económicos del sistema se resquebrajan no por la guerra, sino por un virus inédito, se nos suma el desafío de romper el aislamiento también por Memoria, Verdad y Justicia para lxs excombatientes de Malvinas.  Contamos con la educación como herramienta fundamental para sostener  la lucha en defensa de nuestra soberanía, honrando la memoria de quienes cayeron y la vida de quienes regresaron.

 

A continuación sugerimos actividades para mantener la memoria activa:

Nivel Inicial:

Actividades: 

1) Se puede comenzar enviando a las familias una breve y simple situación de conflicto cercana a lxs niñxs (en el tiempo y en sus vivencias cotidianas) que puede ser transmitida desde un relato. Dicha situación debe dejar abierta la forma de resolución del conflicto para que con la familia se pueda debatir cómo se resuelven las diferencias y cómo colaboran para ello los intercambios en distintos ámbitos: en las casas, en la escuela, con lxs amigxs, en el barrio.

Se propone analizar en cada caso: quiénes intervienen, cómo lo hacen, qué efectos genera cada intervención, qué reacciones provocan las palabras, los gestos, los modos. La idea es darle importancia al valor de la palabra, destacando que no generar conflictos no es la solución, sino que se requiere resolverlos en forma no violenta.

2) Luego, se sugiere conversar con lxs niñxs acerca del conflicto de Malvinas, con el objetivo que lxs niñxs comiencen a intercambiar impresiones en torno a la temática.

3) Otras opciones de exploración o acercamiento:

Se puede conversar con lxs niñxs el por qué la guerra no resuelve los conflictos y daña a las personas.

Un aporte interesante es el trabajo de Miguel C. Martínez “Las niñas y los niños pequeños ante la guerra”. El autor se plantea dos interrogantes centrales para quien se proponga trabajar este tema con niñxs pequeñxs: ¿qué debemos enseñar sobre la guerra en educación infantil? Y ¿cómo debemos enseñarlo?

Al responder estos interrogantes, no sólo aporta ideas sobre cómo abordarlo, sino que plantea varias consideraciones vinculadas, por un lado, a las características del pensamiento infantil, a las representaciones que lxs chicxs tienen de la guerra y sus diferencias con la mirada adulta, y por otro, a ciertas tradiciones didácticas arraigadas en el nivel inicial y los problemas que podría causar encarar este tema desde esas perspectivas.

Una de sus propuestas es trabajar la guerra y la paz con cuentos que podrán ser representados de diferentes formas (con títeres, dibujos, secuencias, cuentos colectivos, modelado, modificar cuentos buscando nuevos finales) de forma que se potencie su conciencia sobre la historia contada, las características de lxs personajes, los momentos importantes que les permita imaginar y conocer.

Ver el video La asombrosa excursión de Zamba en las Islas Malvinascomo inicio de la actividad y luego tomar algunas de las ideas planteadas.


Buscamos entre todxs formas de reclamo que no impliquen la guerra o la violencia

En familia comentar junto a los niños y a las niñas respecto a los hechos de este tramo de nuestra historia reciente, y por otro lado, la reflexión acerca de las formas de resolución de conflictos entre naciones y también en las comunidades y las familias.

Recomendamos para abordar este trabajo los siguientes cuentos:

 El león Afónico de Pedro Pablo Sacristán.

 

“El hombrecillo de papel” de Fernando Alonso.

 

Nivel Primario 

Actividad: ¿Será Malvinas una cicatriz para la historia de nuestro país? ¿Por qué?

Para dar inicio a la propuesta se sugiere presentar a los más pequeños la siguiente imagen

Imágenes extraídas de: “El cuento de la cicatriz: Cuentos infantiles para niños de 2 a 6 años Versión Kindle” de Elena Gromaz Ballesteros

A partir de la observación y/o lectura de la imagen, se sugiere que lxs estudiantes:

- Cuenten una historia sobre alguna “cicatriz” o marca que les haya quedado.

¿Cómo se la hicieron? ¿Quién acudió a ayudarlos en ese momento? ¿Se podría haber evitado esa situación? ¿De qué manera?

- ¿Existen “cicatrices del alma” que, aunque no las veamos, están allí y cada tanto nos duelen? ¿Cuáles serían ejemplos de algunas de ellas?

- ¿Podemos encontrar cicatrices en la historia de una familia? ¿Cuáles podrían ser?

- ¿Y en la historia de un país? ¿Cuáles serían esas cicatrices? ¿Dónde o cómo las podemos ver?

La instancia de diálogo con lxs más pequeñxs, resultará fundamental para poder acercarlxs desde aspectos simples y de cercanía afectiva a la temática que se intenta plantear. El rol de la familia jugará un papel muy importante en el acompañamiento de cada una de las respues­tas emitidas por lxs niñxs.

Luego del primer acercamiento, se podrá presentar las siguientes imágenes

A partir de cada una de las imágenes presentadas conversar juntxs sobre las personas y los objetos que forman parte de las escenas presentadas. 

A medida que se vaya realizando un recorrido sobre cada una ellas se podrán formular dis­tintos tipos de preguntas, por ejemplo:

- ¿Sabes de dónde son esas fotografías? ¿Quiénes aparecen en las fotos? ¿Qué situación los lleva a estar así?

- ¿Alguna vez viste fotos como estas? ¿Qué sabes sobre las Islas Malvinas, y sobre la guerra?

- ¿Qué piensan que estarán sintiendo las personas que aparecen en las fotos? 

Paralelamente al trabajo con imágenes, se sugiere el trabajo con sonidos que pueden repre­sentar situaciones bélicas (trompetas mayas, tambores japoneses, trompetas actuales). Las audiciones tendrán que ser mediadas con preguntas e instancias de diálogo.

Lean  las cartas que se muestran a continuación:

A partir de la observación de las cartas y/o lectura:

- Analizar el contexto de producción: quién la escribió, por qué, desde qué lugar y a quiénes estaba dirigida, en qué momento se escribió y cuándo creen que se recibió.

- Investigar el estado del conflicto bélico en el momento de emisión de la carta.

- Qué ideas de patria y de soberanía creen que se pueden observar en ambas producciones.

- Escribir una carta que imaginariamente podrían haber enviado en aquel momento

- Mirar el siguiente video:


- Dialogar sobre: ¿Qué particularidad puede notarse en el saludo inicial del locutor?

- Averiguar si la temperatura presentada por los locutores es real o ficticia.

¿En qué estación del año se encontrarán? ¿Cómo lo descubrieron?

- Describir cómo funciona el sistema de transporte aéreo en las islas Malvinas,

¿Qué relación existe entre lo que menciona el locutor sobre los vuelos y el actual funcionamiento de los mismos?

- ¿Con qué motivo el locutor utiliza dos idiomas para realizar el saludo inicial del programa?

Investigar la nacionalidad de los actuales habitantes de las islas Malvinas. ¿Ha cambiado con el paso de los años? ¿Por qué?

- ¿De quiénes son los temas musicales que el locutor dice que se escucharán en un rato?

¿Qué sentido tiene la elección de esos cantantes? Averiguar datos de sus biografías.

- Cómo se relaciona el propósito con el que fue realizado el video y su frase de cierre:

“Trabajar en paz para conseguirlo. Es la mejor manera de honrar la memoria de los caídos”.

- Investigar el papel de los medios de comunicación antes y durante el conflicto bélico. Cómo se relacionan las siguientes imágenes con  la frase “Pocos medios contaban lo que estaba pasando”.

 - ¿Cuál es el papel de los medios de comunicación en la actualidad? ¿Cómo se relaciona con la importancia de vivir en democracia?

- Audición/interpretación de la canción “Mambrú no fue a la guerra”, de Rubén Rada y Ho­racio Buscaglia.

 

¿Cómo es la historia de este Mambrú? ¿Por qué no va a la guerra?¿Podemos hacer otra canción que hable de Mambrú? ¿Cómo sería? Los niños/as pueden trabajar en la creación e interpretación de sus versiones musicales de la historia de Mambrú, dentro de los lenguajes musicales que les resulten más familiares (ej.: Rap).

También se puede traba­jar sobre la “Canción del estornudo”, de María Elena Walsh.

Algunos enlaces para consultar

Línea de Tiempo. Cortometraje documental con archivo fotográfico y audiovisual que narra el modo en que la Argentina ratificó la soberanía sobre territorio malvinense: desde las pri­meras Invasiones Inglesas en 1806 y 1807, y la usurpación británica de las Islas Malvinas en 1833, hasta la actualidad. Canal Encuentro. Disponible en:


Luis Vernet. Cortometraje con ilustraciones y animación 2D sobre el primer comandante po­lítico y militar de las Islas Malvinas, quien llevó a cabo un proyecto de desarrollo poblacional y comercial que se vio truncado por la usurpación británica en 1833. Canal Encuentro. Dis­ponible en:


Recursos Naturales de Malvinas. Cortometraje de gráfica animada que explica cuáles son los recursos naturales que, de manera ilegítima, son explotados por el Reino Unido de Gran Bre­taña en las Islas Malvinas. Canal Encuentro. 

Arte y Ciencia de la Antártida, en el Museo Malvinas

Otros enlaces de utilidad para abordar la temática.

Compartimos el enlace del sitio educ.ar, donde encontrarán diferentes materiales para elaborar propuestas pedagógicas para el 2 de abril.

Encontrarán en los diferentes links propuestas didácticaspara trabajar desde el nivel primario para poder así reflexionar y pensar la fecha del 2 de abril de 1982 en donde en la última dictadura militar el dictador Galtieri dispuso iniciar la ocupación de las Islas Malvinas y recordar así a lxs jóvenes que combatieron en la guerra.

Recursos:

  1. Educación Primaria, Ciencias Sociales. Ministerio de Educación de la Nación Se podrá trabajar con dos recursos: “¿Qué pasó el 2 de abril?”  y “Entre dictadura y democracia”.

  2. Malvinas. Se podrá trabajar con un video del canal encuentro.
  3. Video sobre La asombrosa excursión de Zamba en las Islas Malvinas.
  4. Libro soldado Gustavo Caso Rosendi y cuadernillo para docentes elaborado por el Ministerio de Educación de la Nación.
  5. Pensar Malvinas” una selección de fuentes documentales, testimoniales, ficcionales y fotográficas.
  6. Soldados: educación y memoria. Este material forma parte del Programa Educación y Memoria del Ministerio de Educación. Consiste en el libro de poemas Soldados, de Gustavo Caso Rosendi, excombatiente de Malvinas, acompañado por un cuadernillo para docentes con propuestas de lectura y actividades.

 

Actividad Secundaria

  • Lee los siguientes cuentos y poesías que narran episodios de la guerra de Malvinas:

 

Clase 63 de Pablo de Santis

 

Un sábado de febrero de 1982 entré en la peluquería que estaba enfrente de mi casa. Los peluqueros eran dos: Alberto y Luigi. Alberto era argentino y cortaba muy bien. Luigi era italiano (había venido a Buenos Aires en 1946, meses después del fin de la guerra) y cortaba muy mal. Todos los clientes querían atenderse con Alberto. Yo prefería con Luigi, para no tener que esperar. Esa mañana pasé frente a los tres clientes que esperaban a Alberto y me senté en el sillón siempre vacío de Luigi:

-Rapado, por favor.

-¿Rapado?

-Me llegó la carta del servicio militar. El lunes tengo que presentarme en el cuartel.

Entre peluqueros y clientes hubo un murmullo equidistante entre la compasión y un vago orgullo viril, del tipo “en la colimba se hacen los hombres”. Pero pronto la conversación volvió a su cauce natural: el fútbol.

Alberto hablaba todo el tiempo, siempre de independiente. Luigi no hablaba nunca, excepto cuando decía su frase de cabecera. Gramaticalmente eran tres frases, pero podemos considerarla solo una. Todos los pequeños problemas y preocupaciones de los clientes quedaban aplastados por esa sentencia. ¿Quién se habría atrevido a discutirle? La charla interminable de Alberto nos hablaba de los pequeños placeres y percances que hacen nuestra vida. La frase única de Luigi nos recordaba el feroz peso de la Historia. Había que escuchar a uno y a otro para tener una mirada equilibrada sobre el significado de las cosas. Esa mañana alguien se quejó de cuánto costaba la platea en River y agregó que no podía llegar a fin de mes, aunque febrero fuera tan corto.

Alberto suspiró con fastidio: ese paso del fútbol a la realidad le iba a dar pie a Luigi para salir de su silencio y decir su frase, que desanimaba a todo el mundo. Así fue. Luigi, sin apartar sus ojos de mi despoblada cabeza, dejó caer su sentencia de siempre: Ustedes no saben lo que es el hambre.

-Ustedes no saben lo que es el frío. Ustedes no saben lo que es la guerra.

Silencio. ¿Qué podíamos decir nosotros, los que no conocíamos el hambre, el frío, la guerra? Pronto Alberto tiró el nombre de algún borroso defensor de independiente y la conversación revivió.

El lunes siguiente antes del amanecer fui en tren hasta el cuartel, en ciudadela. Era el GADA 101. Ya no existe. GADA quería decir Grupo de Artillería de Defensa Antiaérea. Debíamos ser unos doscientos. La mayoría nos habíamos rapado, y otros tuvieron que pasar por los peluqueros del ejército, tres soldados clase 62 que se ensañaban con los novatos. Nos entregaron un bolso grande, un uniforme de combate (color verde), un uniforme de fajina (color marrón), un par de zapatillas flecha, un equipo de vajilla de aluminio, abollado por generaciones de soldados. Cuando nos llevaron a elegir borceguíes, los que quedaban eran muy chicos o muy grandes. Tuve que elegir un cuarenta y cinco, cuatro números que mi pie.

-Rápido, señoritas, rápido.- Alentaba un cabo.

Nos llevaron en camiones hasta un campo en Ingeniero Maschwitz. Nos separaron en dos grandes grupos y estos a su vez en pelotones de ocho soldados cada uno. Armamos la carpa de lona vieja bajo unos altos eucaliptos.

El segundo día me hice amigo de Aguirre, que vivía en Flores y al que también, como a mí, le gustaban los libros. No podíamos leer, por supuesto, pero al menos podíamos conversar de los libros que habíamos leído. Una mañana le señalé a dos soldados que yacían en el suelo, a unos veinte metros del campamento. Estaban boca arriba, las manos y los pies separados y atados a estacas, como en una ilustración del Martín Fierro. Aguirre dijo que si él tenía que pasar todo el día al sol, inmóvil, con las hormigas caminándole por la cara, se moría. Pero entonces se oyó una voz serena y segura.

-Esos dos son clase 62. A nosotros no nos pueden estaquear.

-¿Por qué no?

Somos clase 63, técnicamente no somos soldados, somos reclutas. Nos vamos a convertir en soldados recién el 20 de junio, cuando juremos la bandera. Entonces sí van a poder estaquearnos.

El que hablaba era Pedro Lanes. Más alto que Aguirre y yo, lo que no quiere decir que fuera alto. Era uno de los pocos que había terminado el secundario y pensaba estudiar para contador.

De otros castigos, según aprendimos los días siguientes, no podíamos escapar: cavar pozos en medio de la noche, recibir patadas de cabos y sargentos, aplaudir cardos. Pero Lanes nunca tomaba aquellas cosas como algo personal: -Es una parte de la vida. Se pasa.

Una tarde, en un milagroso minuto de paz, mientras cocíamos las medias rotas y reponíamos botones caídos, Lanes nos preguntó con aire confidencial a Aguirre y a mí:

-¿Se anotaron entre los voluntarios para el curso?

-¿Qué curso?

-Cañones antiaéreos. Empieza apenas volvamos al cuartel.

Nadie me había hablado de nada. Aguirre susurró:

-Mi padre me dio un consejo: “Nunca seas voluntario para nada. Nunca confíes en ellos. Que no se den cuenta que existís”.

-Yo tengo mis razone para aceptar – Dijo Lanes -. Las prácticas de fuego antiaéreo se hacen en el grupo de artillería de Mar del Plata. En ciudadela no tienen campos de tiro, ahí sí. Sueltan unos grandes globos y les disparan con los cañones. Si acertás te premian con días de franco.

-¿Y con eso qué? – Preguntó Aguirre

-Quiero conocer Mar del Plata.

Un sargento llamó a Aguirre para que fuera a la cocina a pelar papas. Lanes dijo en voz baja, concentrado en el hilo y la aguja:

-Yo nunca vi el mar.

Me pareció milagroso que hubiera algo que no conociera y yo sí, algo frente a lo cual no sintiera esa alarmante familiaridad con la que caminaba por la vida.

Durante un mes habíamos llevado los fusiles desde el amanecer hasta la noche. Llegó el día en que hubo que cargarlos. Nos repartieron veinte balas a cada uno. Marchamos una hora hasta llegar al campo de tiro. Primero con la rodilla en tierra y luego echados sobre el suelo les disparamos, con viejos y averiados Fals de fabricación belga, a lejanos blancos. Un teniente felicitó a Lanes, que había sido el mejor tirador de la compañía.

Al día siguiente volvimos al campo de tiro, esta vez para disparar con pistolas. Pero nunca llegamos a hacerlo. Desde temprano oficiales y suboficiales habían estado conversando entre ellos. En todo el día nadie nos había insultado ni pateado. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué de pronto nos trataban sin furia ni desprecio, como si el invisible pecado que nos había llevado hasta allí hubiera sido perdonado?

Con Aguirre consultamos a Lanes, que todo lo sabía.

-Acabamos de tomar Malvinas

-¿Qué?

-Lo que oyen. Se suspende todo.

-¿La práctica de tiro?

Nos miró como a niños:

-La instrucción, el campamento, todo. Volvemos al cuartel.

Uno de los subtenientes que estaban a cargo de nuestra compañía nos reunió y confirmó la versión de Lanes. Dio una pequeña arenga, pero se notaba que estaba nervioso. Otros oficiales, en cambio, lucían exaltados, se abrazaban y reían. En silencio volvimos al campamento. Desarmamos las carpas y subimos a los camiones. Cuando partimos, ya era de noche.

Mientras en las tapas de los diarios y en la televisión solo había noticias de triunfo, en el cuartel había constantes rumores de desastres y muertes. No podíamos saber nada con certeza: no lo teníamos a Lanes. Todos los que sabían manejar los cañones antiaéreos habían sido movilizados.

Poco después de la rendición me dieron la baja, igual que a casi todos los soldados del país. Volví a la vida civil, dejé de afeitarme y de cortarme el pelo. Ya había empezado la primavera cuando me encontré en la calle con Aguirre. Antes de que tuviera tiempo de preguntar, me dio la mala noticia:

Lanes había muerto durante uno de los últimos ataque ingleses, en las afueras de Puerto Argentino.

-Fue poco antes de la rendición, en medio de una retirada. Habían estado tirándoles a los aviones ingleses. Cuando los proyectiles daban en el blanco, no estallaban. Toda la munición estaba arruinada. Lanes y un soldado clase 62 quedaron en la retaguardia. Estaban terminando de levantar los equipos cuando una bomba los alcanzó.

Yo tenía diecinueve años: no pensé en padres o hermanos, no pensé en la red que une a cada uno con los demás, en el daño de una muerte en otras vidas ni siquiera pensé en el otro caído, el soldado clase 62. Pensé en la muerte de Lanes como un hecho aislado, como si hubiera ocurrido en el interior de un laboratorio o en la superficie de un planeta distante.

Con Lanes la frase del peluquero Luigi no se cumplía. Él sí había conocido el hambre, el frío y la guerra.

-Le dije que no se ofreciera de voluntario- Dijo de pronto Aguirre-. Que nunca confiara en ellos. Él, que sabía todo, ¿cómo no sabía eso? ¿Por qué aceptó?

La pregunta no era para mí. No era para nadie. Igual respondí:

-Quería conocer el mar.

De Santis, Pablo. “Clase 63” En: Las otras islas,

Buenos Aires: Alfaguara, 2012. pp. 31- 39.

 

Era en abril (Anónimo)

 

El viento y la llovizna golpeaban el rostro taciturno, el micro de la línea 4 ya había pasado, era el último de la noche, el Santa Lucía quedaba lejos otra vez. A pesar del frío llevaba solo una chaqueta, sin bufanda ni guantes; las manos le temblaban, lo vi desde la vereda cruzando el boulevard, estaba solo. Algo me dijo que olvidara la tradición y me acercara a ofrecer alguna ayuda. “¿Pasa algo, jefe?” le dije. Sin levantar la mirada del suelo me contestó “¿Sabés por qué me estaquearon?”. Pensé: “cierto que es abril, otro más criticando a los milicos; sí, ya sé, no me digás, son todos uno…”

“Se dice que era porque teníamos hambre”, continuó, “que por eso, cazamos la oveja”.

“Y, eran tiempos duros” conjeturé. Creo que no me oyó, siguió su relato:

“Cuando llegamos a las islas nos mandaron como retaguardia a los montes occidentales, estuvimos allí sesenta y dos días, en los pozos sin movernos. Cambiamos de posición y fuimos la vanguardia. Día tras día nos cañoneaban los ingleses, para “ablandarnos”, la comida comenzó a escasear y el sargento se tornó más duro e inflexible que de costumbre. Una mañana me mandaron al pueblo a buscar municiones; estoy en eso cuando un soldado de Fuerza Aérea me ofrece la mitad de su lata de leche condensada porque estaba “harto de comer tanto, además, le daba cosita tirarla a la basura”. Me alejé sin decir nada y engullí lo quedaba de esa lata. Volví a mi puesto y el Negro Quinteros me dice que la comida no iba a llegar porque los ingleses la habían cañoneado cuando venía hacia nosotros, porque la comida la llevaban de un lado a otro en unas cocinas de campaña y cuando llegaba a nosotros llegaba fría porque no estaba preparada para esos viajes, además de que nosotros estábamos muy alejados del puesto de cocina porque, a la postre, éramos la primera línea “¿te das cuenta?”.

“Claro, la desorganización…”

“Entonces la vi, no muy lejos de allí, pastando muy cerca de las minas. Y conocía el camino que trazaron los ingenieros, así que me acerqué sigiloso, la atrapé y le corté el cogote. Con el cuero hice unas mantas y la poca carne fue racionada para que durara algo. Pero el teniente nos descubrió no sé cómo, y el sargento cumplió con la orden: toda una tarde estaqueado. Tirado allí mastico broncas y veo el cielo, lo imagino celeste. Un punto se agranda y acelera por encima mío. Se escucha la artillería antiaérea. Vuelve el cañoneo. El Negro Quinteros me desata y me lleva al pozo, el sargento se acerca y me pregunta si aprendí la lección. No digo nada y lo miro, se va, el Negro me coloca el casco “por protección”. Me quedo en silencio. El cañoneo continua. Así estuvimos hasta que llegaron, de noche, delatados por una mina y el grito desgarrador del inglés. Ahora todo es un caos, un infierno, el negro cae herido en la pierna derecha. Lo levanto y lo saco de ahí, el médico nunca llegaría. La noche está totalmente iluminada, las balas de un lado a otro. Sigo corriendo, el negro no para de gritar. Algo me empuja para adelante y me pierdo, Todo se oscurece…

Siento que me mueven, abro los ojos y veo a alguien, pero no lo reconozco, el sol me encandila. Algo dice, pero no le entiendo. Todo vuelve a mi memoria y veo entonces al enemigo. Pregunto por el Negro y una voz conocida desde lejos me responde que está bien, que solo fue una herida en la pierna. El sargento me pregunta si estoy bien, le digo que sí, habla de la batalla, de cómo llegaron los ingleses, de nuestra resistencia, de la muerte del teniente, de las bajas enemigas, de la rendición. Lo escucho y no digo nada, ahora tengo hambre…”

Alzó la mirada y me observó detenidamente bajo la insistente llovizna y la poca luz del farol. Confieso que me ruboricé, no sé por qué, creo que por un momento pudo ver en mi alma lo que pensaba. Por suerte siguió en su alocución: “Verás, cuando se habla de aquellos tiempos se habla de San Martín, de la Bandera, de Soberanía, del deber y de la obligación, del sacrificio, de Dios, de los militares, de Derechos Humanos, de estrategia, de militancia, de la Patria, pero te puedo asegurar, allí mi patria y todo lo que eso conlleva eran el negro Quinteros y el pozo. Allá, en definitiva, estuvimos solos, nosotros, como ahora, estaqueados, soportando las órdenes cumplidas por un sargento, cañoneados hasta ablandarnos, fríos y hambrientos, esperando la rendición. Para eso luchamos y morimos, para que nada cambie y los ingleses se sorprendan de nuestro coraje…”

Acepta que lo acerque al centro, en el auto se escucha Saluzzi, ninguno habla, los dos miramos la ruta. El viento paró, la lluvia se intensificó. Me mira y me agradece que lo haya escuchado, asiento y sigo manejando. Le pregunto por el Negro.

“Se pegó un tiro en el ’92, en la época de Menem”, es la respuesta lacónica.

Lo dejo en España y San Martín, continúo hasta mi casa, estaciono y lo veo, allí, cruzando el boulevard, la llovizna y el viento son impiadosos, el frío le hace temblar las manos, acaba de perder el micro, por un momento olvido la tradición y le ofrezco alguna ayuda…

 

http://www.taringa.net/posts/apuntes-y-monografias/10010199/Cuento-acerca-de-la-Guerra-de-Malvinas.html

 

La penitencia de Marcelo Birmajer

 

Esta historia transcurre durante la Guerra de las Malvinas, entre abril y julio de 1982. Hoy tengo amigos a los que les llevo tres años, y otros tantos que me llevan tres años a mí. A medida que pasa el tiempo, las edades son menos y menos importantes: después de los treinta, el mundo se divide entre mayores y menores de edad, sin hilar fino entre si un amigo tiene cuarenta, cuarenta y dos o treinta y cinco. Pero por entonces, Rafael y yo teníamos quince años y, por los motivos que inmediatamente especificaré, tres años de edad eran una diferencia que separaba a las personas entre la vida y la muerte.

Rafael, como llamaremos al protagonista de esta historia, tenía un hermano mayor que, en abril de 1982, había cumplido dieciocho años, y no quince, como Rafael, ni como yo. De modo que, como otros hermanos de mis amigos, fue enrolado por una dictadura asesina para ir a luchar en esa guerra en el Atlántico Sur.

Rafael nunca había sido revoltoso, ni sus padres tenían mayores motivos de quejas respectos de sus hijos. Pero desde que habían mandado a su hermano Lucas a las Malvinas, Rafael pasaba mucho tiempo en mi casa, porque los padres le gritaban por cualquier cosa. Como yo iba a una escuela estatal, coincidíamos chicos de todas las clases sociales, y Rafael era uno de los más pobres. No era lo que hoy llamaríamos un “pobre”, porque nunca le faltó para comer ni de vestir. Pero toda la familia, padre, madre y los dos hermanos, vivían en un departamento de dos ambientes, y eso por entonces era considerado una carencia, al menos de espacio.

El padre de Rafael era sereno en un garaje, pero, desde que Lucas había sido enviado a las Malvinas, no lograba dormir de día, y se dormía por las noches en el trabajo, hasta que terminaron echándolo. La madre era cajera en un supermercado. Pasó a mantener a la familia.

Desde el frente casi no llegaban catas, porque todo era muy desorganizado. Los padres de Rafael no sabían dónde estaba Lucas ni en qué condiciones. No sabían si lo habían matado, si lo habían hecho prisionero; ni siquiera si había entrado en combate. Como no podían hablar de lo único que les interesaba, ni siquiera hablaban. Y tampoco soportaban que Rafael hablara.

Cuando hoy repaso las historias que presencié en el ’82, me cuesta aceptar que fui un adolescente en un país en guerra, que estuve junto a padres que miraban la televisión esperando enterarse del destino de sus hijos, que seguían en los diarios la suerte de nuestros hermanos en una tierra que parecía situarse en otro planeta –nuestros jóvenes llegando a las Malvinas como astronautas a la Luna: sin máscara de oxígeno ni traje para soportar la falta de gravedad-, que escuchaba al almacenero o al mozo confesar su miedo a que los ingleses bombardearan la Argentina. Es difícil concebir, cuando hoy miro una película de guerra por la tele, que yo estuve sentado en silencio, en un living, mientras una madre y un padre miraban el noticiero de una guerra real, donde su hijo era el único protagonista que les importaba, y ningún guionista podía decidir su vida o su muerte. Solo el destino.

Aquellos días fueron terribles. Yo recuerdo gente llorando a mi lado, en un colectivo, mientras miraban pasar una marcha de personas que recolectaban dinero para los soldados argentinos. Recuerdo con precisión a cada uno de los chicos de mi colegio, fueran del curso que fuesen, que tenían un hermano en Malvinas. Y me acuerdo especialmente de Rafael.

Lo que Rafael me contó varios años después fue que sus padres le habían prohibido abrir la puerta del cuarto. El padre y la madre de Rafael ocupaban un ambiente de la casa, y Rafael y Lucas, el otro. Mientras los dos hermanos estaban en la casa, la puerta del dormitorio de los padres permanecía abierta; pero cuando Lucas fue enrolado, los padres se encerraban en el cuarto y le prohibían a Rafael abrir la puerta. Rafael pasaba tardes enteras en silencio, en su lado de la casa. Aunque no era un buen lector, su mayor distracción era la llegada del diario La Razón, cuya sexta edición pasaba bajo las puertas alrededor de las siete de la tarde. Recibía el diario y leía primero los chistes, porque le daba miedo leer las noticias de la guerra, miedo de enterarse de que su hermano había muerto. Luego iba avanzando lentamente por la parte de espectáculos, hacia política nacional y finalmente llegaba a las primeras páginas, todas dedicadas a la guerra. Las leía temblando, y pensando en el momento en que irrumpiría en el cuarto de sus padres para decirles que su hermano no regresaría. O que simplemente se pondría el diario bajo el brazo y se iría de la casa para no volver nunca más.

Cierta tarde de fines de junio, Rafael llegó a mi casa con una mochila verde. En la mochila llevaba una cantimplora y un pullover grueso de lana. Estaba decidido a encontrar el modo de viajar a las Malvinas para saber qué pasaba con su hermano. Le dije que era imposible: primero, nadie lo llevaría a las Malvinas. Y, segundo, sus padres estaban desesperados por la suerte de un hijo, ¿los iba a rematar desesperándolos también por la suerte del otro?

Rafael replicó que a los padres no les interesaba su suerte. Pero yo le dije que no se equivocara: a veces, incluso las personas que más nos aman no saben cómo comunicarse con nosotros. Creo que Rafael renunció al viaje simplemente porque no hubo manera de que lo concretara. De algún modo, los padres se enteraron de su idea y lo castigaron severamente. Hasta aquel día, si bien no podía abrir la puerta del cuarto de los padres, al menos podía golpear a la puerta o decir algo desde su ambiente. Pero luego del episodio de la mochila verde le prohibieron hablar o golpear a la puerta, y solo se comunicarían con él cuando ellos lo decidieran.

Unos días después, Rafael estaba en su casa y el diario no llegaba. De la habitación de los padres no provenía ni un sonido. Se habían hecho las ocho de la noche y todo parecía indicar que el diariero se había olvidado de aquel departamento. Entonces, apenas unos minutos después, Rafael irrumpió en el cuarto de sus padres. Desobedeció la orden de no entrar, se reveló contra la penitencia y realizó el más prohibido de los actos, según la regla familiar. Pero los padres no estaban en el cuarto. La situación era imposible, porque él los había visto encerrarse en el cuarto un par de horas antes. No había ninguna otra salida: el ambiente de Rafael daba a la puerta de calle. ¿Se habrían encerrado en el armario?

Rafael sacó el diario de debajo de su axila, porque se lo había puesto bajo el brazo para abrir la puerta, lo extendió en el aire de la habitación, y de pronto los padres aparecieron en la cama. Es el día de hoy que Rafael no termina de explicárselo a sí mismo, y mucho menos a mí. Entró al cuarto de sus padres: la cama estaba desarreglada y vacía –aún recuerda el color de las sábanas y las huellas de las cabezas en las almohadas-, el armario cerrado, un silencio fantasmagórico, y los padres no estaban. El velador estaba encendido, y su luz de por sí mortecina parecía aún más apagada en aquel cuarto misterioso. Y, en cuanto abrió el diario, la madre apareció, sentada en una silla, junto a la cama, y el padre al lado, vestido con una camisa sucia y un pantalón viejo. El velador pareció refulgir hasta alumbrar no solo el cuarto, sino también el resto de la casa: el diario decía que la guerra había terminado, y en la página dos, en una fila de conscriptos con la cabeza gacha, se veía con nitidez a Lucas, vivo, como si les estuviera diciendo que la espera había terminado, que aquel diario, era la única carta que había podido enviarles desde el infierno, y que pronto llegaría a tierra.

Birmajer, Marcelo. “La penitencia”. En: Las otras islas,

Buenos Aires: Alfaguara, 2012. pp. 14-20.

 

  • Se propone el abordaje de las historias presentadas en los cuentos “Clase 63” de Pablo de Santis, “Era en abril” (Anónimo) y “La penitencia” de Marcelo Birmajer:
  1. Con respecto al cuento de Pablo de Santis se sugiere que lxs estudiantes investiguen a qué hace alusión el título del mismo.
  2. En el cuento se habla del servicio militar obligatorio, un hecho del pasado que ya no conforma una realidad de la Argentina actual. Buscar información sobre las causas de la derogación del Servicio militar obligatorio en nuestro país que permita mejorar la comprensión de los hechos planteados en el texto.
  3. En los cuentos “Clase 63” y “Era en abril” se habla de estar “estaqueado”. ¿A qué hecho puntual hace referencia esta situación?
  4. En el cuento de autor anónimo, el protagonista demuestra constantemente una sensibilidad hacia el que sufre, una especie de solidaridad. ¿En qué situaciones de tu vida actuarías como el protagonista?

 

 

LAS MUJERES ARGENTINAS DE LA GUERRA DE MALVINAS

 

Una mirada que pocas veces se aborda en el tratamiento de esta fecha es la merecida reivindicación de las mujeres que prestaron sus servicios en la Guerra de Malvinas. La historia no habla de ellas. Si a los soldados se los condenó al olvido, a ellas directamente se las invisibilizó por completo. Aquí unas notas que rescatan sus historias y el valor que supieron conseguir:

 

CONDECORACIÓN y RECONOCIMIENTO A MUJERES ARGENTINAS

 

En el año 2014, por primera vez, el Estado Nacional condecora con Medallas al Valor y da lugar a un postergado reconocimiento a las voluntarias que actuaron en la guerra de Malvinas, se arriesgaron, sufrieron, miraron a la muerte cara a cara y regresaron plenas de desazón. Son veteranas de guerra.

El pasado 14 de marzo, 31 años después de su silenciosa acción valerosa, el Ministerio de Defensa entregó la correspondiente Resolución junto con un Diploma, honor al que en calidad de ex combatiente femenina había accedido la Teniente Coronel del Ejército Argentino Dña. Juana Azurduy, a 16 instrumentistas, enfermeras y tripulantes de barcos, las que viajaron al sur del país en 1982.

Los nombres de Susana Mazza, Silvia Barrera, María Marta Lemme, Norma Navarro, María Cecilia Ricchieri y María Angélica Sendes, embarcadas en el Rompehielos ARA “Almirante irizar”, más los de Mariana Soneira, Marta Giménez, Graciela Gerónimo, Doris West, Olga Cáceres, Marcia Marchesotti, María Liliana Colino, Maureen Dolan, Silvia Storey y Cristina Cormack, embarcadas en diferentes buques mercantes argentinos, se inscribieron así en la historia nacional, todas ellas son Veteranas de Guerra, fueron parte de las tripulaciones de los buques argentinos que participaron en el conflicto de Malvinas.

A las seis primeras, además del Diploma de Reconocimiento como veteranas de guerra, se las Condecoró con la Medalla al Valor. Ellas guardan diplomas, condecoraciones y vivencias, todas estas que compartieron por haber conformado, en junio de 1982, el grupo de instrumentistas del Irizar.

Fuente: http://www.irizar.org/CondecoracionMujeres.html

 

Es valioso el aporte de una partícipe mendocina en la Guerra de Malvinas, se trata de Marisa Alejandra Peiro, quien se desempeñaba como enfermera en el Hospital de la Base Naval Puerto Belgrano en 1982 y que, junto con otras compañeras, asistieron a los heridos del conflicto bélico. Ella nos relata que19:

“… la noche del 2 de abril, en el inicio de la guerra con Gran Bretaña por las islas Malvinas, cumplía guardia en el hospital naval de Puerto Belgrano. Me tocó recibir al cabo primero buzo táctico Ernesto Urbina, el primer herido de la guerra, lo habían herido junto al Teniente de Fragata Buzo Táctico Diego García Quiroga, ayudante del fallecido en el mismo combate Teniente de Navío Buzo táctico Pedro Edgardo Giaquino, el primer muerto argentino durante la toma de la casa del Gobernador británico de las Islas. Lo atendimos lo mejor que pudimos, lo trasladaron al hospital naval de Buenos Aires y después no lo vimos más. Hace 4 meses, a 20.000 kilómetros de mi país, en un anuncio de los medios de comunicación encontré el nombre del señor Urbina —relató la mujer—. Le pregunté que era de aquel cabo. ‘Soy yo. Siempre busqué a esa enfermera que me recibió esa noche’, me dijo. Fue mi mayor experiencia en la profesión.”, contó Peiro, quien nació en Mendoza y ahora vive en Canadá.

http://www.irizar.org/CondecoracionMujeres.html

 

Además de cumplir con su valiosa tarea, las enfermeras que estuvieron en los distintos buques que recorrieron la zona del conflicto y las que se encontraban en la Base Naval de Puerto Argentino desempeñaron un rol fundamental para con los soldados que llegaban heridos y muchas veces mutilados y fue la contención afectiva de estos jóvenes que, según las propias declaraciones de estas mujeres, solían confundirlas con sus madres, novias o hermanas. Por ello, el doble rol que cumplieron merece el reconocimiento y el profundo agradecimiento por su desempeño.

 

Dejamos los siguientes links para ampliar la mirada de la mujer en el conflicto de Malvinas:

 

Mujeres Argentinas en la Guerra de Malvinas

Diario Los Andes

Página 12

Diario cba24

 

A las mujeres de la Guerra, no las hemos de olvidar. La historia que no se contó sobre las mujeres que participaron en la Guerra de Malvinas. Universidad Nacional de Cuyo

 

Entrevistas a Alicia Panero autora del libro “Mujeres invisibles”, que contiene entrevistas a enfermeras e instrumentadoras quirúrgicas civiles que curaron a los soldados argentinos heridos en las batallas en las Islas Malvinas.
 

“Si vos contás una historia sin parte de sus actores estás contando una mentira” – Entrevista a Alicia Panero sobre las mujeres de Malvinas, Juana Sosten, 15/04/17.

7- Se sugiere que lxs estudiantes lean, reflexionen y produzcan textos de opinión tomando como disparador “El aporte de la mujer en la prevención y resolución de conflictos armados y en la construcción de la paz”. Se les puede sugerir la siguiente lectura:  La mujer juega un papel clave en la prevención de conflictos armados, IDB, 7/03/05

 

  • La causa Malvinas en la historia

El recorrido histórico del reclamo por las Islas Malvinas, permite reconocer las diferentes perspectivas ideológicas desde las que se han llevado adelante las actuaciones diplomáticas, incluso después del conflicto armado en el contexto del terrorismo de Estado en 1982. No siempre los reclamos tuvieron su base en el concepto de la soberanía territorial, dependía mucho de los intereses económicos y políticos de cada gobierno nacional.  Sin embargo, para la mayoría del pueblo argentino, las Islas Malvinas y del Atlántico Sur son parte de un sentimiento tan fuerte como parte de nuestra identidad. 

Te invitamos a ver este video, que relata diferentes intentos de reivindicar la soberanía en Malvinas, previas al 2 de abril de 1982 

  • A partir del video se puede sugerir que se investigue sobre la vida de Antonio "el Gaucho"  Rivero,  y escribir un perfil sobre su figura.
  • También se puede realizar un análisis comparativo entre las diferentes épocas en las que se desarrollaron estos actos, casi en soledad, de reivindicación soberana en las Islas, para realizar un texto argumentativo sobre las razones que han permitido silenciarlos en la historia oficial.
  • El rol de los medios de comunicación, la construcción del relato: realizar un análisis comparativo del tratamiento periodístico respecto de la Operación Cóndor y la Guerra de Malvinas. Tomar como referencia los  conceptos desarrollados por Darío Darío Sztajnszrajber respecto a la posverdad. Realizar un artículo de opinión sobre la influencia de los medios en la construcción de ideas y sentidos en la sociedad.

Material para consulta

Pensar Malvinas -Capítulo 2: Las islas en el imaginario argentino antes de la guerra.

Memorias de un aviador solitario y su aventura en las islas Malvinas, Miguel FitzGerald fue el primer argentino en volar a las islas y plantar la Bandera nacional. Lo hizo en 1964, piloteando un Cessna, el día de su cumpleaños. Dejó una proclama y regresó. Sandra Russo, Página 12, 9/09/06.

Operativo Cóndor. El 28 de septiembre de 1966 y junto a diecisiete jóvenes, Dardo Cabo desvió un avión de Aerolíneas Argentinas que iba hacia Río Gallegos y aterrizó en las Islas Malvinas para desplegar siete banderas argentinas, en el marco del llamado Operativo Cóndor. En Facebook de Museo Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur.

Operativo Cóndor, (Una patriada Argentina) Expositor Lic. Marco Roselli. Instituto Superior Dr. Arturo Jauretche.

Medios masivos de comunicación, la construcción del relato

Operación Cóndor, 1996 Recortes periodísticos, para descargar.

Medios y dictadura: el caso Malvinas, UNIPe

Darío Sztajnszrajber y la Posverdad 

 

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