Gualberto según Cristian Bonin

 

 

En el cuarto intermedio de la audiencia que se realizó el 5 de abril, por el juicio a los policías acusado de privación ilegítima de la libertad y homicidio calificado de Daniel Solano, el sacerdote Cristian Bonin relató por qué acompañó a Gualberto Solano y aseguró que “el calor de su testimonio no lo mata ni la injusticia, ni la impunidad, ni ninguna forma de corrupción".

Gulalberto murió en un hospital de la ciudad de Salta, 3 de abril de 2018. Hay que dejarse deslumbrar y transformar por “el amor de un padre que busca un hijo, con esa pureza e insobornabilidad”. Dice conmovido Cristian Bonin, sacerdote en cuya parroquia se alojaba Gualberto y en la cocina los abogados guardan los expedientes.

“Llegué a Choele el primero de febrero de 2011 y Daniel Francisco Solano, fue asesinado, desaparecido y muchos se ocuparon de encubrir ese crimen esa desaparición, el 5 de noviembre de 2011”, recordó.

Sonó una alarma en su interior, dice “porque una persona había sido desaparecida, vino Gualberto, con una de sus hijas y familiares a buscar a Daniel. Era gente del norte, buscando un hijo, eso me conmovió profundamente, los vi muy solos y sentí que tenía que hacerme presente para acompañarlos. En la convivencia de ese acompañamiento que se extendió en el tiempo que se fueron suscitando cosas que no imaginé. Fue ratificar, volver a decir que si: te acompañamos Gualberto Solano, te acompañamos familia Solano. Al desentramar el asesinato, la desalación, la previa explotación de Daniel”.

Relató que conoció a Gualberto “en una de las primeras marchas, en la terminal solo esperando que llegara algo de gente para marchar por las calles de Choele. Ahí me impactó. Me impactó Gualberto cuando lo vi, no sabía qué decir. Sabía que buscaba a su hijo y que hacía unos días que no había ni una noticia. Imaginaba a un papá partido y a la vez veía una persona fuerte, un árbol de caldén. Lo único que me salió fue un abrazo. Nos seguimos viendo en marchas posteriores, le digo, no sé cómo ayudar, así que cuando vino a la parroquia buscando lugar ya está, y después pidió lugar para los abogados, ahí fue más difícil. Admiro a Sergio (Heredia) y a Leandro (Aparicio) pero sabía que hiba a ser un problema meter en la parroquia abogados de sus características. Lo pensé egoístamente, pero me lo pidió Gualberto. Ese segundo pedido me ayudó a purificarme del egoísmo cuando hay que vivir el proceso de decir hasta dónde uno se involucra con las luchas, si es simplemente estar en una marcha o es protagonizar el proceso con una generosidad distinta, que implica riesgos, abrir el debate y de situaciones al interior de la comunidad eclesial y social también. Me acuerdo que le había dado un lugarcito que hay chiquito. Gualberto dice: hay un salón más grande, son muchos papeles. Están en el salón cocina hoy en día. Vi que había necesidad de un espacio grande para los papeles y grande para compartir”.

El sacerdote asume que “fui formando parte de la lucha no por una decisión personal sino por un camino que fue abriendo Gualberto” y lo define como “al estilo de él, que siempre fue muy tranquilo, preguntando como si estuviese pidiendo algo que no corresponde, que no se enteren, así como mendigando ayuda”.

“Fue convivir casi seis años y medio. Hace 77 meses de la desaparición de Daniel, en el transcurso de 2012, fueron a la parroquia y fue compartir tiempo, casa y causa. En la convivencia se tejen lazos de solidaridad profunda”.

“Desde el 23 de marzo al 5 de abril se resuelve un receso (del juicio). En principio Sergio se dio cuenta antes del deterioro de Gualberto. Yo me daba cuenta lo mal que él salía de cada audiencia por lo que tenía que escuchar y volver a revivir. Lo del jagüel fue muy fuerte. Fueron treinta días de trabajo. Gualberto estaba porque quería. Había gente que nos cuestionaba cómo van a permitir que ese padre esté ahí mirando cada herramienta cuando sale a ver si encuentra algo relacionado a su hijo. Entiendo no es lo adecuado, es un impacto, si no se encuentra algo es una desilusión muy fuerte y si encontrara a Daniel también sería muy fuerte. Lo que pase va a ser fuerte. Pero Gualberto quería estar ahí. Es la autoridad del padre que busca y no quería que nadie se oponga. Cuánto mucho podíamos llegar a cuidarlo. Donde elija estar Gualberto íbamos a estar.

Mirar a Gualbero esperar la salida de la herramienta que podía traer algo, aun cuando los técnicos decían no, no, se nos soltó, viene vacía, pero trae algo pegado, abría los ojos como una criaturita viendo un regalo hermoso. Esa expectativa, esa ilusión, se transformada en desilusión cuando vaciaban la herramienta, cuando rasqueteaban y no había nada vinculado a Daniel. Lo vivíamos con dolor e intensidad, éramos consientes. Pero así se viven las búsquedas.

El 20 de febrero arrancó el juicio. Todo lo que le tocó vivir era duro y él eligió ponerle el cuerpo y escuchar. Cuánto mucho quedarse en el pasillo. Sergio lo estimula para que vaya a Tartagal, para que se encuentre con su familia. En el hospital de Choele Choel notaron dificultad respiratoria, cardíaca, colesterol. En Tartagal saltó otra cosa.

Fue una despedida como salió porque teníamos la esperanza de volver a encontrarnos. Gualberto, se quedó con las llaves de la parroquia. Su cuarto está cerrado todavía. Vamos a tener que entrar y ordenar sus pertenencias, que no son muchas. Abrigo, mucho abrigo que lo cobijaron en los fríos patagónicos y en las huelgas y del frio judicial, que fue el peor, el que lo mató”.

“Ese abrigo nos dejó a nosotros y el calor de su testimonio que no lo mata ni la injusticia, ni la impunidad ni ninguna forma de corrupción. El testimonio de Gualberto nos tiene que trabajar lo suficiente para encarar este mundo en donde hay desaparecidos que no se buscan y menos se encuentran y en donde hay desaparecedores, asesinos, homicidas, femicidas, corruptos, quienes se identifican y se juzgan. A ese mundo lo quiso transformar Gualberto, a su tranco, a su estilo, dejándose acompañar porque él a su misteriosa manera nos fue ayudando a ser equipo. Gente muy distinta convivimos esta lucha”.

“La impunidad mata, de una nocividad agresiva que trabaja rompiéndonos, pero que del testimonio que Gualberto da ya hay muchas cosas que han aflorado, noto el cariño de los jóvenes. El amor de un padre que busca un hijo, con esa pureza e insobornabilidad, hay que dejarse deslumbrar y transformar por eso”.

Gral. Roca - Fiske Menuco, 6 de abril de 2018.


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