Jose Luis Albanessi

 

 

23/04/77. Detenido en la Comisaría de Cipolletti. José Luis Albanessi era un cooperativista y productor frutícola de 58 años. La policía lo dio por sospechoso de una serie de incendios en galpones de la cooperativa La Colmena, donde trabajaba. Pese a que en una declaración inicial afirmó desconocer el origen del incendio, la policía dijo que asumió la responsabilidad. Lo citaron a declarar y quedó detenido e incomunicado en la comisaría de Cipolletti el 23 de abril de 1977. El Ejército lo trasladó a La Escuelita, donde murió en la tortura. El juzgado que tramitaba la causa de los incendios estaba cargo de Mirta Fava, y luego de Cecilio Pagano. La policía le informó al juzgado la muerte con dos fechas distintas (27 y 30 de abril). El fallecimiento no estaba asentado en el acta de defunciones del Registro Civil. En el expediente –según la pesquisa actual– nunca hubo un protocolo de autopsia, sino que uno de los acusados de La Escuelita presentó años después una suerte de certificado que decía que había muerto por causas naturales. Los jueces pasaron por alto las incongruencias y hay una causa en marcha por el homicidio del cooperativista.

En el Jucicio “La Escuelita III” se conoció que Albanesi concurrió el sábado 23 de abril de 1977, aproximadamente a las 13:00, a la comisaría de Cipolletti (Rio Negro) a raíz de una causa por los sucesivos incendios producidos en instalaciones de la cooperativa “La Colmena”, de la que era socio. Permaneció allí detenido hasta que fue trasladado a Neuquén. Según las constancias habría sido llevado hasta el centro clandestino “La Escuelita”, que funcionaba en el predio del Batallón de Ingenieros de Construcciones 181, y allí murió en una sesión de tortura. El general José Luis Sexton, Comandante de la Sexta Brigada de Infantería de Montaña y Comandante de la Subzona 52, y el coronel Eduardo Contreras Santillán, Segundo Comandante de la Sexta Brigada de Infantería, citaron a Adolfo, su hijo, y le comunicaron lo sucedido.


 

José Luis Albanesi, 58 años secuestrado en la comisaría de Cipolletti, asesinado en la tortura. Era socio fundador de La Cooperativa “La Colmena” y dirigente de la Federación Argentina de Cooperativas Agrarias (Faca). Su cuerpo fue entregado a su familia por autoridades militares en la ciudad de Neuquén, aduciendo que había muerto de un síncope cardíaco producto de un careo mantenido con uno de sus empleados, Carlos Eli De Filippis, quien en ese momento tenía 16 años, y fue secuestrado el mismo día. Declaró en el segundo juicio contra represores del Alto Valle de Río Negro y Neuquén que oyó su voz en el centro clandestino “La Escuelita” ubicada en el Batallón de Ingenieros de Construcciones 181 y que un oficial vino a informarle sobre la muerte diciendo “Se murió tu amigo”

Ángel Ingelmo, abogado vinculado a la familia, declaró en ese mismo juicio que lo convocaron desde el Comando para que identificara el cadáver de Albanesi. Un suboficial lo escoltó hasta el Hospital Castro Rendon de la ciudad de Neuquén. Sobre una camilla yacía el cuerpo cubierto, al que destaparon hasta la cintura. Describió que estaba amoratado, que tenía un color azul verdoso- marrón, la piel “amarilla sucia”, y un rictus de dolor en la cara. “Un espectáculo deprimente, como si fuera una película de terror”, agregó.

Contrapuso aquella imagen con la del hombre que conoció “tan amable, de brazos abiertos, dulce, bueno”. Comparó lo que le sucedió a Albanesi con lo que pasaba en épocas de la Inquisición. Enfatizó en que se lo atacó por lo que significaba como dirigente del cooperativismo, y pidió que su figura fuese reivindicada.

Leonor, la hija del productor relató que el sábado en que su padre fue a la comisaría de Cipolletti, dos hombres en un auto Ford Falcón aparecieron en la chacra familiar. Recibió el llamado de su madre, muy asustada, pidiéndole que vaya. Al llegar al domicilio la mujer no pudo abrirle la puerta de los nervios que tenía. Su marido fue hasta la comisaría y se enteró que José Luis estaba preso e incomunicado. “Mi viejo cumplió años ahí adentro”, expresó. La chalina, el termo caliente, y el libro que le había llevado le fue devuelto.

Aseguró que desde entonces se abocó a contener: a su madre, a la gente que la rodeaba. “Hasta que llegó el viernes”, indicó. Aquel día cumplía cinco años su hijo. “Lo festejé con todo el dolor de mi alma”, afirmó.

Ella quiso ver el cuerpo. Dijo que tenía una cicatriz a la altura del cuello y marcas en la pera. “Lo que no me voy a olvidar es el olor que tenía mi viejo”, manifestó. Lo caracterizó como un olor “pestilente, a encierro, a sótano, a humedad.” Completó: “Lo tuve permanentemente en mis fosas nasales”.

Evocó su optimismo, su solidaridad, y el amor que tenía por él. “A mí me sacaron la mitad de mi vida”, sostuvo. Al finalizar agradeció a sus hijos, a su marido, a la comunidad cipoleña, a las organizaciones de Derechos Humanos. Indicó que luego de 20 años pudo hablar del tema con su familia, sacándolo para afuera. “Me siento en paz con esto”, concluyó

A partir de este Juicio, se abrió una nueva causa por la complicidad de civiles y de funcionarios del poder judicial, además del armado de causas. El juzgado que tramitaba la causa de los incendios en la Cooperativa “La Colmena” estaba cargo de Mirta Fava, y luego de Cecilio Pagano. La policía le informó al juzgado la muerte con dos fechas distintas (27 y 30 de abril). El fallecimiento no estaba asentado en el acta de defunciones del Registro Civil. En el expediente –según la pesquisa actual– nunca hubo un protocolo de autopsia, sino que uno de los acusados de La Escuelita presentó años después una suerte de certificado que decía que había muerto por causas naturales. Los jueces pasaron por alto las incongruencias y hay una causa en marcha por el homicidio del cooperativista.

 

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