Mónica Morán

 

 

13/06/76. Mónica Morán es secuestrada en Bahía Blanca. Se desempeñó como no docente en la Secretaría de Bienestar Universitario de la Universidad Nacional del Comahue en Neuquén. Maestra, artista plástica, titiritera y actriz, construía muñecos y escribía los textos de sus obras. Ingresó a trabajar en la UNCo en 1973. La llegada del “interventor” Remus Tetu, de connotada vinculación con el accionar de la “Triple A”, significó que profesores y no docentes fueran expulsados de la Universidad del Comahue en 1975. Entre ellos Mónica, que decidió regresar a su Bahía Blanca natal.

Fue secuestrada de la sala “La Ranchería”, de Rondeau 220 de Bahía Blanca, sede del afamado Teatro independiente “Alianza” del cual había egresado. Cinco chacales, con vestimenta civil y “armados con pistolas y ametralladoras de las comúnmente utilizadas por la policía y fuerzas armadas”, como constan en las denuncias que se hicieron, interrumpieron el trabajo de los artistas. Ordenaron “tenderse boca abajo y con las manos contra el piso”. Ignacio Aguirre preguntó a los asaltantes qué querían. Por toda respuesta, desde arriba suyo le cayó una tremenda patada en la cabeza, mientras otro de los agresores insistía a los gritos preguntando por Mónica. “¿Quién es Mónica Morán?”, “¿Quién es Mónica Morán?”. Tras identificarse, alzando su documento de identidad, con un claro, firme, “yo”, comenzó su secuestro.

En la delegación local de la Policía Federal, al exponer sus compañeros sobre lo ocurrido, recibieron el frío trato de la indiferencia. De igual modo se los atendió en la también cercana Seccional Segunda de la policía provincial y en el Comando Radioeléctrico. En estas dependencias no hubo escribientes para recibir denuncia alguna y ante la insistencia para que alguien tomara nota, lo escrito fue en recortes de papel, “que con esto es más que suficiente”.

El siguiente paso fue informar a la familia. Un hermano suyo, suponiendo que su grado de oficial de la marina de guerra le permitiría saber datos ciertos del paradero de Mónica, obtenidos de sus superiores en Puerto Belgrano, recibió del Servicio de Informaciones Navales (SIN) la confirmación de que “la detención se produjo con intervención de fuerzas del Comando del Vº Cuerpo de Ejército y que se encontraba bien”.

Cabe recordar aquí una figura que tiene mucho que ver en todo este asunto y es la de Acdel Vilas, que estuvo al mando del Operativo Independencia en Tucumán en 1975 y, posteriormente actuó en 1976 como segundo comandante del V Cuerpo de Ejército (Bahía Blanca) y jefe de la subzona militar 51. En Bahía Blanca se lo recuerda pistola en mano, conduciendo los operativos de control de la población y las llamadas “operaciones rastrillo”, que con el pretexto de buscar o perseguir “subversivos”, dejaban una estela de vejaciones, robos y secuestros.

Ante el transcurso de las horas y la carencia de novedades ciertas sobre su paradero, los padres de Mónica, anoticiados de que un vecino de ellos era sacerdote católico y capellán del Vº Cuerpo de Ejército, tomaron contacto con él. El clérigo “Hizo tratativas” y les informó que “había visto a Mónica; que se encontraba bien y que posiblemente quedaría a disposición del Poder Ejecutivo”. Semejante noticia –que a la distancia se nos ocurre configura encubrimiento– llevó alivio a la familia. No obstante, allegados a ellos les recomendaron hacer denuncias que en todos los casos rechazaron “para no empeorar las cosas”. Ni siquiera un “hábeas corpus”. Nada. Y decidieron esperar.

El día 24 de junio de 1976, en la noticiero televisivo del mediodía se expuso: “En un operativo realizado por el Vº Cuerpo de Ejército, en un domicilio de la calle Santiago del Estero y a raíz de haberse producido un enfrentamiento armado, fueron abatidos cuatro elementos subversivos, habiendo sido identificados sólo uno de ellos: Mónica Morán, de 27 años, maestra, domiciliada en Bahía Blanca, procurándose la identificación de los cadáveres restantes”. Se anunciaba así el primer homicidio aplicando las técnicas del Terrorismo de Estado en Bahía Blanca.

Complementariamente, las autoridades militares dieron a conocer un “frondoso prontuario guerrillero” de la víctima. Mintieron, asegurando “que luego de haber sido detenida fue puesta en libertad y del Vº Cuerpo fue directamente al domicilio de la calle Santiago del Estero, donde se reunió con otras tres personas... Habiéndosela seguido, se procuró su arresto y siendo contestada la intimación por disparos que fueron repelidos, el resultado fue el abatimiento de todos”.

Acerca del fraguado “combate”, jamás se informó sobre la identidad, edad, sexo o filiación de los otros tres presuntos caídos.

El juez Baltasar Garzón ratificó todo lo que había probado el trabajo de los jueces de la Cámara Federal bahiense: la única víctima en la casa de Nicaragua 905, esquina Santiago del Estero 376, la madrugada del 24 de junio de 1976, fue Mónica Morán. Los otros supuestos masacrados, sólo fueron producto de la mentira que armó Acdel Vilas: de “acción psicológica de la guerra” calificó comunicados como el que dio cuenta del crimen cometido en perjuicio de Mónica. Sus confesiones primeras de todo esto constan en las actas del Juicio a las Juntas; en las del Juicio por la Verdad en Bahía Blanca y en los fundamentos del pedido de captura internacional de decenas de militares asesinos emitida por Baltasar Garzón.

Se supo y probó que Mónica fue brutalmente torturada en “La Escuelita” del Vº Cuerpo de Ejército en Bahía Blanca; que la dignidad de un joven soldado médico permitió, a través de su testimonio, saber que durante la noche del 23 de junio de 1976, en uno de los baños de esa dependencia, fue masacrada a ráfaga de ametralladora; que en el momento de ser secuestrada en el teatro “La Ranchería”, asistía Néstor Hernández, sicario disfrazado de alumno (en realidad, agente encubierto de la SIDE) cuyo trabajo de espía normalmente lo cubría en la desaparecida ENTEL, en el turno noche; que en el lugar donde según las versiones militares “fue abatida”, supo funcionar la “Editora Nacional”, un pequeño negocio de imprenta y fotocopias cuyas persianas enclenques permitían el acceso fácil desde el exterior al salón y a la casa de familia que componían el edificio, abandonado desde mediados de diciembre de 1975 y saqueado por fuerzas policiales al alba del 29 de diciembre de ese año, tres meses antes del golpe del 24 de marzo, según consta en archivos recuperados de la bonaerense.


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