El Fracking: una cuestión filosófica

 

 

Por Luis Genga, Secretario de Derechos HUmanos, Género e Igualdad de Oportunidades

Las diversas organizaciones ambientalistas han declarado un no rotundo a la extracción de gas y petróleo por métodos no convencionales, en especial, a la fractura hídrica conocida comúnmente como “fracking”. El argumento más sostenido es la contaminación de las napas de agua lo que las petroleras minimizan diciendo que a las profundidades que se produce cada trepanación y posterior craquelado del subsuelo de ninguna manera se puede modificar la potabilidad del agua. Hay otros cuestionamientos y siempre una respuesta para cada uno: que la toxicidad de los químicos empleados, que la millonada de litros de agua vertidos e irrecuperables, que si los puestos de trabajo generados son tantos y tan genuinos, etc. Según pasa el tiempo más se apela a lo científico para justificar la inocuidad del procedimiento y se deja planear la pesada sombra de un desastre económico en caso de prohibirse esa técnica de hurgar en las entrañas de la tierra.

 Es verdad, demostrable con solo mirar las largas colas para cargar combustible, que tenemos que soportar una crisis aguda en la producción de petróleo. También es cierto que hay barriadas enteras que tardan mucho tiempo para acceder al gas, sea natural o comprimido, producto de la misma crisis. Los gobernantes se preocupan o declaran preocuparse para que esto no ocurra pero con facilidad se percibe que detrás de cada movimiento o discurso hay una clara intencionalidad por sumar apoyo para las próximas elecciones. Cómo explicar que dirigentes de sindicatos que desde siempre estuvieron ligados a la producción frutícola en la zona, avalen la firma de un contrato petrolero que terminará arrasando muchísimas hectáreas destinadas a producción de peras y manzanas, a sabiendas de que las mismas han sido el sostén de su propia existencia como organización sindical.

 Más allá de las cuestiones de argumentación en pro y en contra de esta violenta técnica para sacar “el oro negro”, como se diría en tiempos del General Mosconi, queda clavada como una espina profunda la cuestión moral. Irresuelta siempre desde el campo popular y nunca preocupante desde el capitalismo, léase las empresas anónimas multinacionales a las que ahora se les desprende una pastilla radioactiva y como quedan irrecuperables a más de tres mil metros de profundidad proceden a sellar el pozo y aquí no ha pasado nada. Como tampoco pasó nada en marzo con el pozo11 y en julio con el EFO236, otro pozo de la Costa Oeste de Allen, ambos ardieron poniendo en peligro la vida y propiedad de los vecinos. En este último, para recuperar una herramienta trabada inyectaron 40 mil litros de gasoil a la perforación. No debe sorprendernos que los lugareños que no tienen agua corriente en sus casas perciban cierto olor y sabor a combustible en la que sacan mediante bombas manuales. Hay un informe de hace aproximadamente un año, realizado por una empresa seria dedicada al análisis de agua que marca la presencia de ciertas bacterias nocivas desarrolladas por la presencia de hidrocarburos en el curso de un brazo del Río Negro. Demás está decir que las medidas tomadas por el gobierno brillan por su ausencia. Los vecinos están movilizados y gestionarán un nuevo, actualizado, análisis y es de esperar que esta vez sí, las autoridades opinen y obren en consecuencia, sabiendo que es la vida, en todas sus manifestaciones, y en especial la humana la que está en peligro.

Quienes nos sumamos a esta lucha contra el fracking, la megaminería, la sojización y todo otro procedimiento agresivo al planeta debemos estar alerta para denunciar, dispuestos siempre a movilizarnos a sabiendas que nuestro enemigo no tiene rostro, ni moral, ni amor por vida.

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