Fue una de las trece que se animó a crear la Asociación de las Madres. Su hijo Néstor había sido secuestrado. Lo buscó sin descanso durante meses. Hasta el 10 de diciembre del 77, en que un Grupo de Tareas de la Marina se la llevó de su casa de Sarandí, el mismo día que se publicaba la primera solicitada en reclamo por los desaparecidos.
Se sabe el periplo de horror y torturas por el que pasó también ella, como otros miles que ocuparon la ESMA. La arrojaron viva al mar, que devolvió su cuerpo para que el espíritu de Azucena Villaflor se negara, obstinadamente, a reconocer la muerte.
Hace ocho años el extraordinario Equipo Argentino de Antropología Forense identificó sus restos, junto al de otras madres. Y hace ocho años que las cenizas de Azucena descansan sepultadas al pie de la Pirámide de Mayo, esa que hoy se verá abrazada por tantos compañeros y compañeras. Memoria. Verdad y Justicia. Por Azucena. Por los 30000 y por todos/as los que nos faltan en democracia.